Un relato erótico sobre una apasionada y placentera puesta de sol, sin duda el inicio de unas prometedoras vacaciones. Este relato también participa en nuestro concurso, así que si te gusta no olvides dejar tu comentario al final.
Era en la segunda quincena de julio cuando teníamos las vacaciones el año pasado, mi marido y yo decidimos buscar una casita apartada en zona de playa para pasar esos días que tanto anhelábamos, ya que llevábamos un par de años sin poder irnos de vacaciones debido al trabajo.
He de decir que yo me dedico a la sanidad y los turnos muchas veces son mortales, te dejan molida y antes de reponerte tienes que volver a incorporarte. Tengo 33 años, llevamos casados 10 y la verdad es que cada vez es mejor nuestra relación, tanto afectiva como sexual.
Soy rubia, pelo ondulado, no muy alta, pero bien formada, mis medidas, aunque algo pasaditas están muy bien colocadas, 95-65-93 y la verdad es que a mi marido lo vuelvo loco.
El tiene 34, se dedica a la seguridad y la verdad es que está de muy buen ver.
Finalmente encontramos una casita pequeña en un acantilado en la costa andaluza y los preparativos fueron lo más sugerente hasta el momento, mientras yo iba sacando ropita ligera, sugerente y excitante para meter en la maleta, él iba recopilando juguetes eróticos de la más amplia variedad para pasar esos 15 días de lujuria y desenfreno.
Llegados a nuestro destino, y con la sola intención de inaugurar las preciosas vistas desde el porche de la casita hacia el infinito mar azul, ya que nos pasamos el viaje coqueteando y toqueteándonos, nada más llegar, lo primero que hicimos fue salir a presenciar como el tenue sol de la tarde se escondía en el horizonte, pareciendo como si se hundiera en el mar.
Conforme se escondía el sol, con la brisa suave recorriendo mi cuello y con él detrás de mí, comenzó a recorrerme toda la nuca con sus labios y acercándose hacia mi oreja me susurró que me haría mía no sin antes esperar a que le pidiera que me lo hiciera allí mismo, pero antes tenía que recorrerme todo el cuerpo y lamerme hasta el último centímetro de mi piel hasta hacer que me doliera mi vulva de excitación.
Comenzó a desnudarme ante la atenta mirada solamente de las gaviotas que sobrevolaban el acantilado, comenzó deslizando los tirantes de mi fino vestido por mis hombros, desabrochando la cremallera trasera de mi espalda, lo que produjo que el vestido se deslizara por mis pechos desnudos y por todo mi cuerpo cayendo al suelo, dejándome solamente con el tanguita y los tacones, comenzó a recorrer con sus dedos los finos hilos del tanga desde atrás hacia delante, levantándolo suavemente en su parte delantera para poder deslizarlo hacia abajo y quitármelo, dejándome totalmente desnuda a falta de mis zapatos de tacón y quedándome de espaldas contra su cuerpo aún vestido mientras observaba como mi culo respingón llamaba su atención.
Recorrió mi espalda besándome suavemente hasta acercarse a mi trasero, el cual terso y suave esperaba su dulce lengua para ser lamido y humedecido. Mi cuerpo comenzaba a erizarse como si de un gato se tratara, haciéndome poner el vello de punta, el placer al sentir su suave lengua deslizándose entre mis glúteos hizo que me quisiera girar para que continuara lamiéndome por la parte de adelante.
Al girarme comenzó a rodear mi vulva con su lengua, pasando por el monte de venus, bajando hacia las ingles, sin llegar a tocar, ni rozar por un milímetro mi ya humedecido sexo, el cual pedía a gritos un simple lametón. Así estuvo un par de minutos hasta que comenzó a subir por mi abdomen, suavemente y haciendo una pequeña parada alrededor de mi ombligo para meter su lengua caliente en el interior y hacerme estremecer… continuó subiendo hasta mis pechos, totalmente erguidos y puntiagudos, haciendo que mis pezones, que ya estaban tan puntiagudos que no podían soportar más estar secos se lanzaran hacia su boca sedienta de mi con solo un leve giro de mi cintura…
A la vez que me iba lamiendo suavemente, sus fuertes manos hacían las veces de vibradores masajeadores corporales, pasando suavemente por todas las zonas erógenas que nos recorren todo nuestro cuerpo y haciendo quebrarse mi cuerpo como si de espasmos orgásmicos se tratara.
Mientras se regocijaba lamiéndome los senos agarraba fuertemente mi trasero masajeándolo y abriéndome los glúteos como si quisiera ir preparándome para una embestida brutal, cosa que yo deseaba más que nada en ese momento, sin embargo, y fuera de lo que yo pensaba, volvió a girarme pero no para penetrarme sino para amarrarme las manos y los pies a la valla de madera que separaba nuestra casita del acantilado sobre la playa, me ató suavemente las muñecas a la parte superior y los pies a la altura de los tobillos, y con las piernas abiertas a la parte inferior mientras él preparaba unos cuantos juguetitos de los que había preparado mientras hacíamos las maletas…
Mientras tanto yo seguía retorciéndome como si la brisa del mar hubiera tomado el relevo ya que la sentía recorrer todo mi cuerpo, y mis piernas abiertas, dejando entreabiertos los labios de mi sexo totalmente humedecido por el calentón, sintiendo como la tenue brisa llegaba hasta él y haciéndome retorcer de placer.
Sin tardar demasiado, volvió mi marido pero ya totalmente armado hasta los dientes, deseaba darme placer como nunca antes lo había sentido, por lo que no tardó en pasarme un pequeño vibrador por mis pezones, a la vez que se rozaba con mi culo ya que se colocó nuevamente detrás de mí, fue el momento en el que pude sentir su duro pene, colocado hacia arriba en el bóxer, a la vez que subía y bajaba mi trasero para recorrerlo entero.
Al ver el grado de excitación que ya tenía, introdujo el pequeño vibrador en mi chorreante vulva, no sin antes pasarlo un par de veces hacia arriba y abajo, con el ánimo de humedecerlo y de abrirme suavemente para una mejor penetración. Este aparatito era sin cables, por lo que él podía controlar su intensidad a través de un mandito pequeño mientras se disponía a jugar con otro de nuestros artefactos.
El juguetito en si es genial, ya que cuando menos te lo esperas, cuando más estás sintiendo, cuando tu cuerpo se estremece y contornea buscando más y más, es cuando él aprieta el botón para añadir más vibración, y es entonces cuando crees que te fallan las piernas, cuando debes dejarte caer sobre la valla de madera para poder soportar tanto placer que hace que tu cuerpo quede a su merced totalmente inclinado hacia delante y dejándole ver como mis glúteos se abrían suavemente para reclamar su atención, a lo que él comenzó a acariciármelo con el dedo empapado en saliva y con movimientos circulares, preparándolo para introducirle suavemente la punta y poco a poco ir lubricando todo el dedo con saliva que emanaba de su caliente boca, la cual segregaba cada vez más al ver los movimientos de placer que se generaban en mi desnudo cuerpo amarrado en aquella valla de madera con el mar de fondo y un atardecer hermoso.
De repente, y ante tales movimientos, tanto por el vibrador interno en mi vagina como por el dedo introduciéndose en mi ano suavemente lubricado por la saliva de mi marido comencé a sentir como me venía el cosquilleo del climax, comenzando a subir el volumen de los gemidos y contorneándome cada vez más y más fuerte empujando para que la penetración anal se produjera más profundamente…
El corazón parecía estallar, el pecho comenzó a sonrojarse, mis mejillas comenzaron a colorearse y mis manos agarraban fuertemente los tableros de la valla, mi cuerpo empujaba fuertemente hacia atrás y mi marido acercaba su cara a mi culo para lamer a la vez que penetraba con su dedo mi dilatado ano, el cual necesitaba más y más….hasta que llegó, el orgasmo fue tremendo, los gemidos espantaron a las gaviotas, mis pezones parecían explotar y mi respiración parecía pararse ante tanta inmensidad tanto visual como de sentimientos.
Finalmente, cuando me pude reponer mi marido se encontraba detrás de mí aún, esperando con una sonrisa pícara a la vez que deseosa de volver a hacerme experimentar otro orgasmo, por lo que se bajó el pantalón y comenzó a penetrarme una vez que había sacado el pequeño vibrador y metía y sacaba su duro, grueso y venoso pene en mi vagina, la cual estaba aún empapada del orgasmo anterior, provocándome una nueva sensación de plenitud, sintiendo como su pene abarcaba todo mi interior y todo mi fondo, sintiendo como se abría paso dentro de mi y como penetraba con fuerza mi sexo, golpeando compulsivamente con sus testículos en mi clítoris, haciendo que instintivamente me balanceara para facilitar la penetración que me ofrecía, llegando a sentir nuevamente que mis piernas se doblaban, siendo cogida por sus fuertes manos por mi culo y asiéndome con fuerza para empujar más profundamente, de repente, y cuando ya me venía otro orgasmo, sacó su cavernoso pene para introducirlo nuevamente en mi culo, a la vez que agarraba un enorme pene vibrador y lo introducía en mi vagina, siendo así doblemente penetrada y sin posibilidad de decir nada, ya que los gemidos que salían de mi me impedían articular palabra alguna.
Esa sensación de penetración doble, con aquel gran pene, de dimensiones grandiosas, las cuales en ningún momento hubiera creído podría introducirme en mi vagina y que con tanta habilidad había introducido mi marido aprovechando la lubricación anterior y la dilatación con su pene hacia mi vagina hizo que entrara completamente, haciendo que mis jugos rebosaran mis labios mayores y vibrando como una taladradora haciéndome volverme loca, y ese durísimo pene, lleno de venas, introducido en mi ano suavemente, aprovechando también la lubricación y dilatación de mi anterior orgasmo, me hizo sentir como mi cuerpo no era mío, como reacciones que antes no había tenido, ni aún a solas, brotaban de mi sin saber controlarlas, sin querer controlarlas, solo dejando que el placer inundara todos los rincones de mi cuerpo, llegando a chorrear saliva por mi boca hacia el fondo del acantilado, rozando mis duros pezones contra la valla protectora, con tantas ganas de que no se acabara como con ganas de sentir más y más, cosa que creo que no se podría conseguir.
El continuo vaivén de ambos penes penetrándome mis agujeros me hacia acompañarlos hasta que finalmente un intenso y largo orgasmo me hizo de nuevo estremecer, siendo esta vez acompañada por mi marido, el cual a la vez que yo comenzó a gemir fuertemente haciéndome sentir como su dulce leche me inundaba de calor, sintiendo como su pene se agrandaba si cabe aún más en cada sacudida de líquido, haciéndome sentir plena de satisfacción y chorreante por todos los poros de mi cuerpo, ya que el calor del momento hacían que el sudor corporal y los fluidos sexuales se mezclaran bajando por mis piernas hasta tocar el suelo.
Después nos fundimos en un fuerte abrazo y comenzó a besarme a la vez que me cogía en sus fuertes brazos para postrarme en la cama y descansar.
Después de unos minutos para reponernos nos introdujimos en la ducha para refrescarnos un poco y volvimos a comenzar la fiesta… pero eso se queda para otra vez.
Un relato de Ana
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