Es viernes y por tanto nos adentramos en el fin de semana, qué mejor que hacerlo con unas risas. Hoy me ha llegado a través del correo un texto del periodista colombiano Rodrigo Maya Bladón, en él se hace referencia al interminable debate sobre si es mejor o no un pubis afeitado.
En tono cómico Rodrigo se pone del lado de los que prefieren vello en el pubis, de hecho va más allá promoviendo una ONG de Defensores del Monte de Venus! Un texto sin duda extraordinario y divertido que fue publicado en 2006 por la revista Malpensante.
A modo de introducción Rodrigo hace referencia al famoso libro de Henry Miller Trópico de Cáncer, publicado en 1934. Una controvertida novela erótica que tardó más de 25 años en llegar a Estados Unidos debido a la censura y en la que Miller narra en primera persona muchas de sus vivencias en el Paris de los años treinta.
Hay un divertido pasaje en el libro Trópico de Cáncer en el que su amigo Joe le cuenta que Georgia decidió afeitarse el coño, su amigo jamas había visto uno afeitado y hasta se puso a examinarlo con una linterna… llegando a la conclusión de que no tenía nada de especial en si, y que era el vello lo que le daba un halo de misterio. Joe llega a comparar el coño afeitado de Georgia con una almeja muerta, de hecho dice:
it is repulsive, ain’t it? And it’s funny, too. Sort of mad like. It doesn’t look like a twat any more: it’s like a dead clam or something
Os dejo con el texto de Rodrigo y que paséis un buen fin de semana 😉
«Un coño afeitado es como una ostra: insípido y horrible» (Henry Miller, Trópico de Cáncer)
Centenares de hectáreas de monte de Venus son inmisericordemente taladas cada día por millones de féminas que, armadas de terribles prestobárbaras, convierten en desierto ese oscuro objeto del deseo que el poeta Rafael Montesinos describe como “… esa ensortijada gracia oscura/ cárcel de luz, recóndita angostura”.
Esta práctica aberrante, que atenta contra la estética, el erotismo y la sensualidad, nos ha llevado a un grupo de varones a constituir una organización no gubernamental (ONG) que hemos denominado “Defensores del Monte de Venus”, cuyo objetivo fundamental es evitar la tala despiadada de esa zona que el rey Salomón en su libro bíblico El cantar de los cantares, capítulo 8, versículo 14, define metafóricamente así: “Corre, amado mío, corre como un venado, sobre los montes llenos de aromas. Tu ombligo es un ánfora donde no faltan vinos aromáticos. Tu vientre, un haz de trigo rodeado de azucenas”.
Estos hermosos cantos del rey Salomón no tendrían hoy fuente de inspiración. El panorama actual es aterrador. Las prestobárbaras han convertido el monte de Venus, inspiración de poetas y cantores, en desérticas dunas. Esa zona que a mediados del siglo XX inspiró al poeta uruguayo Ángel Facal para decir: “… y tu vientre es una ofrenda/ de los más dulces venenos,/ donde florece la felpa/ en un triángulo perfecto”, ha perdido su encanto y apenas los Defensores del Monte de Venus estamos encontrando las causas.
Hemos descubierto que esta práctica empezó tímidamente con el acortamiento del bikini. El monte de Venus le fue cediendo espacio a la prenda invasora y las mujeres fueron reduciendo el tamaño del geométrico espacio del armiño. Matemáticamente la ecuación se fue configurando: a menor tamaño del bikini, menor tamaño del área sembrada del monte de Venus. Hasta ahí, la cosa era aceptable. Pero un día, por reducción al absurdo, el bikini se convirtió en tanga y entonces el espacio para el peluche en el monte de Venus se redujo a cero, con las tenebrosas consecuencias para la estética del cuerpo femenino desnudo, del erotismo y de la sensualidad.
Un monte de Venus talado comienza a sufrir una metamorfosis que todos los días atenta contra la estética y el erotismo. El primer día de la tala su apariencia es rosada y podríamos decir, con mediana ternura, que es como el “cachetito del Niño Jesús”. Los Defensores del Monte de Venus las hemos clasificado como Cucas Barbies, por plásticas e insípidas. Tres días después de la catástrofe ecológica, el “haz de trigo rodeado de azucenas” del rey Salomón adquiere la apariencia de un cachete de trompetista sin afeitar, con el agravante de que los folículos de los vellos están enrojecidos como volcanes a punto de eructar. Este aspecto las ubica en la categoría Cuca Galeras. Su color rojizo no provoca ni la vista ni el roce de la mano. Al quinto día, la cúpula de estos volcanes se ha tornado blanca y las clasificamos como Cuca Nevado. Su apariencia gélida inhibe el beso tibio. De ahí en adelante va configurándose la que denominamos Cuca Erizo, porque sus púas convierten cualquier tipo de acceso carnal en una sesión de tortura. Hacerle el amor a una mujer en esta etapa es como fornicar en el catre de un faquir.
La sensualidad, que es la manera más rápida, efectiva y agradable de encontrar la felicidad, ha recibido un rudo golpe de parte de las “Taladoras del Monte de Venus”. Para el sentido de la vista, este triángulo equilátero ha perdido su encanto y los voyeristas están a punto de la sublevación. El sentido del gusto no soporta el disgusto de una Cuca Barbie, al del olfato le cambiaron los “montes llenos de aromas” por dunas desoladas y el noble sentido del tacto ha perdido su vellocino de oro, su vértice de visón, y ahora sólo cuenta con un desfiladero de espinas y de púas, al que cualquier carnicero de Titiribí compararía con una banda de tocino. Un monte de Venus acometido por el viento es música de hadas para el sentido del oído. A monte de Venus talado, oídos sordos.
Ante esta situación insostenible, los Defensores del Monte de Venus hemos iniciado una cruzada mundial contra esta práctica aberrante. El primer paso será de persuasión. Pero si fracasamos, vendrán terribles castigos para las taladoras. En adelante, la tala del monte de Venus será causal de divorcio, de rompimiento de noviazgo, de no pago en prostíbulos, de exclusión del portafolio de chicas prepago y de expulsión del reinado de Cartagena. Finalmente, la que persista en esta antiestética práctica será condenada a la del Desprecio, que es aquella que ejecuta el verdugo con la lengua del zapato